La Vorágine de José Eustasio Rivera
Viaje con el autor

“La Vorágine” de José Eustasio Rivera”

Enclavada entre las llamadas novelas de la tierra es “La Vorágine”, de José Eustasio Rivera, portadora de los acontecimientos finiseculares del siglo XIX, que matizaron la realidad latinoamericana de entonces, dando paso al escenario del siglo XX en medio de una situación neocolonial y dependiente que desfigurara la actividad económica en estas tierras y el desarrollo de capitales nativos, justo el momento de promoverse una sólida tendencia novelística conocida como el período de las novelas de la tierra.

Estos cambios, que se fueron sucediendo, condicionaron en el género novelístico un salto del romanticismo al realismo y naturalismo respirado a inicios de siglo. También dejó sus huellas el modernismo, sobre todo, en el lenguaje permeado de simbología y exquisitez artística.

La novela hispanoamericana se percibe en su entrada al siglo XX orientada en dos vertientes; por un lado idealista, subjetiva, preñada de esteticismo, y por el otro, portadora del realismo español, evidenciadora de una actitud regionalista y social en su mirada e interpretación de los problemas del mundo americano.

Aunque no todos los artistas de este siglo adoptan la misma forma a la hora de enfocar las realidades locales, regionales, etc., nos interesa centrarnos en aquellos que enriquecieron sus relatos sobre el campo, la selva, la montaña, las costas, la pampa, el llano, la vida del indio, de los mestizos y negros, del criollo, del gringo, pues ello permitió el acercamiento a la inclusión de elementos de la historia, de la etnia, de lo social, entre otros, que cristalizaron las llamadas novelas de la tierra o período de superrealismo.

El valor de las novelas de la tierra, pese a la crítica, estriba en la manera que exhibe el deseo de los escritores por mostrar lo nacional desde su arte, lo legítimamente americano, la velada denuncia de las condiciones sociales desfavorables de atraso y barbarie; pone de relieve las paupérrimas condiciones de vida del hombre y su lucha por la supervivencia ante la inclemente naturaleza.

Entre muchas obras, nos interesa “La Vorágine”, insertada en la trilogía del ciclo rural junto a “Don Segundo Sombra” y “Doña Bárbara”, en las que encontramos determinadas semejanzas y diferencias.

Es “La Vorágine” quien primero aparece en las de su tipo y José Eustasio Rivera, su autor. Colombiano nacido en el departamento de Huila el 19 de febrero de 1889, fue primero poeta, luego novelista. Hombre de mucha cultura: maestro normalista, doctor en Derecho graduado en la Universidad Nacional.

Comenzó muy joven a explorar el mundo de las letras; a los 15 años publicaba en las revistas y periódicos de la capital, Bogotá, algunos de sus poemas. Una parte de ellos (sonetos, la mayor cantidad) se acopian en el libro “Tierra de promisión” donde el tema de la naturaleza colombiana se convierte en su musa.

Como parte del trabajo que realizara de abogado del gobierno, le tocó a José llegar hasta rincones de Colombia con los que se puso en contacto, entre ellos los llanos orientales, la hoya del Amazonas y el río Magdalena. A su paso, estos lugares dejarían marcadas huellas que de alguna manera fueron plasmadas en “La Vorágine”.

También conoció otros países en sus viajes de trabajo: México, Perú y hasta Cuba. Se encontraba en New York para revisar una edición de su única novela, la que lo haría famoso en el mundo, cuando encuentra la muerte un 19 de febrero de 1928.

“La Vorágine” narra con poderosa fantasía e impresionante capacidad descriptiva todo aquello que él vivió en su juventud por su hermosura, y al mismo tiempo por su patético retrato de la trágica e infrahumana situación de los caucheros de las selvas colombianas. La naturaleza es quien se roba el protagónico de la obra.

La dicotomía está en la lucha angustiosa del hombre contra la temeraria y oscura naturaleza que se le resiste y el vencimiento del hombre por la naturaleza que lo arrasa. Cuando Arturo Cova y sus acompañantes recorren la Selva no logran dominarla ni sustraerse de ella hasta ser devastados íntegramente.

Así, en la novela la acción sugiere una temática universal: el hado fatal. El autor conoció de cerca la vida de la selva y lo miserable que resultaba para los obreros caucheros, pero al plasmarlo en la obra recrea con más fuerza la tragedia de los caucheros asalariados explotados; de la misma manera, sobredimensiona la naturaleza al punto de parecer que ella es la responsable de la terrorífica e injusta situación que viven los personajes, devenida, realmente, por escenarios sociales.

La novela está estructurada en un prólogo inicial, tres partes y un epílogo final.  El ingenioso prólogo ayuda a esconder la identidad del autor tras atribuir que han sido los manuscritos de Arturo Cova el sustento de la narración.

La primera parte acontece en el llano y gira en torno a los amores de Alicia, joven de clase adinerada con el joven Arturo, poeta culto, pobre, con fama de mujeriego. Por su parte Alicia, prometida en casamiento e inconforme ve en el joven poeta su salvación para evadir la consumación del matrimonio. El prometido de Alicia se entera y condena a la cárcel a Arturo y la pareja de amantes decide huir al Casanare.

La segunda parte enfoca la huida de Arturo, Franco, Correa y el Pipa al Vichada y el encuentro con diferentes tribus aborígenes, quienes los abastecen para el viaje a la selva; el tema de fondo estará en la acción de venganza que planea Cova.

La tercera parte narra la travesía de Cova y sus compañeros acompañados de Clemente Silva por la selva en busca de los restos del hijo de Silva, para luego continuar con la venganza. Entre relatos se cuenta el mundo de los caucheros y el empeño en denunciar la explotación imperante allí.

Se distinguen con claridad tres narraciones dentro de la novela: el viaje de Cova con sus amigos persiguiendo a Barreras; la historia de Clemente Silva y las carnicerías de Funes.

El epílogo contiene una carta que el cónsul de Manaos dirige al Ministro de Colombia y que enmarca con dos frases la suerte corrida por el protagonista: «Ni rastro de ellos. ¡Los devoró la selva!»

En la novela “La Vorágine” la primera sugerencia de su contenido pudiese estar en el título, pues vorágine llega del latín con el significado ‘tragar’. Algunos de sus sinónimos refieren turbulencia, remolino, embudo, hoya, etc., que llevado a la sobredimensión presentada de la naturaleza por el autor nos da una medida del tema tratado. Se ha visto que a la denuncia social de violencia, barbarie y explotación de los caucheros se une la lucha del hombre contra la hostilidad de la naturaleza.

En la novela se combinan momentos de distintos estilos. Por ejemplo cuando se idealiza a la mujer, la muestra de la fuerza del destino, el individualismo marcado en el personaje de Cova, lo teatral de exclamaciones y gestos, el desequilibrio emocional del héroe, la impresionable y subjetiva naturaleza, todos ellos, permeando los pasajes de puro romanticismo. De la misma manera percibimos lo moderno en las descripciones de incisión naturalista, de espectáculos selváticos colmados de espanto y miseria humana.

La naturaleza vista a través de la selva maléfica que se muestra, y las historias de explotación del caucho para enriquecer monopolios foráneos y bolsillos nativos, constituyen la esencia de la denuncia de hondo contenido social hecha en esta novela de la tierra que se convirtiera en la primera y legítima gran novela de la naturaleza latinoamericana. Su sensibilidad y capital artístico, su expresión de riqueza en americanismos, le otorgan un lugar prominente en el continente y en la literatura.

Libro ´´ La Voragine´´

“La Vorágine” de José Eustasio Rivera”

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